Me odio por amarte,
por empeñarme en lo imposible,
por aferrarme a lo improbable.
Me odio por odiarte,
por desearte lo infinito,
por no querer olvidarte.
Me odio por llorarte,
por no saber para qué he de soñarte,
por no aprender a terminar lo interminable.
Manuel Fernández Guerra
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