Los años causan estragos en mi identidad.
Las arrugas penden de mi cara,
como si de un viejo roble se tratara.
La vida pierde sentido, ahora he de sentarme,
hacer un alto en el camino,
para contar batallas a jóvenes y niños.
Mi cuerpo se marchita, y la vida se desprende,
como hojas secas en otoño,
hojas secas de un árbol inerte.
Promesas olvidadas, que se pierden en la memoria,
promesas desgarradas, que pasan a ser historia.
Manuel Fernández Guerra
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